Aniversario 33 de la Universidad de los Andes

9 de septiembre de 2022

José Antonio Guzmán
Rector

Quisiera comenzar estas palabras diciendo gracias. Gracias a todos y cada uno de ustedes por su cariño, compañía y oraciones durante los meses pasados. Ha sido un tiempo duro, pero, por otra parte, lleno de alegrías. Las idas y vueltas de la enfermedad se han visto compensadas de sobra por la cercanía de amigos y parientes y por la oportunidad de reflexionar sobre las cosas que son verdaderamente importantes. Les aseguro que la enfermedad parece mucho más terrible vista desde afuera que vivida en primera persona.

La Universidad, entre tanto, ha seguido su curso, mostrando su buena salud y dejando en evidencia que éste es un proyecto que todos juntos sacamos adelante. Quisiera agradecer especialmente a Cristina Errázuriz por el papel que le tocó en suerte jugar y que desempeñó con tanta elegancia y habilidad. También tengo que manifestar mi gratitud a todo el Consejo de Rectoría, que trabajó con infinita lealtad a la Universidad, poniendo el hombro sin cansancio. La Junta Directiva, partiendo por su Presidenta, también estuvo a la altura y ayudó eficazmente a conducir nuestra institución. Todo esto puede parecer cosa común y corriente, pero ,en realidad, es algo muy excepcional, algo que nos debe hacer sentir un sano orgullo de trabajar aquí.

Hace 32 años, el Rector Bertelsen recordaba en su primer discurso a la comunidad universitaria unas palabras de San Josemaría sobre el trabajo intelectual, que decían: “¿Has visto las cumbres nevadas de las grandes montañas? Así son las grandes ideas y las grandes inteligencias: parecen distantes, ajenas, aisladas, pero de esa nieve procede el agua que hace fructificar los valles” (Josemaría Escrivá, citado por Fuenmayor, Gómez-Iglesias e Illanes, en el Itinerario jurídico del Opus Dei: Historia y defensa de un carisma, 1989). El discurso de don Raúl discurría sobre esta idea fundamental, que no resta importancia al trabajo en lo más inmediato, sino que, más bien, lo nutre de fuerza e impacto. Para poder decir algo que aporte valor, es necesario haber pensado e investigado sobre el tema. Decía al respecto Juan Pablo II: “Quien enseña a los jóvenes sin ser ya capaz de investigar es como quien pretende saciar la sed de ellos sacando agua de un pantano en vez de sacarla de un manantial” (Discurso, 25-4-82, citado por Bertelsen, 1991). Nuestro trabajo de enseñar va precedido de nuestro esfuerzo por descubrir la verdad. Del mismo modo, nuestra presencia en la sociedad, nuestra vinculación con el medio, nuestro compromiso con Chile, va precedido por nuestra investigación y, en general, nuestro sereno trabajo universitario.

Para la conferencia de este año, el Consejo de Rectoría pensó en primer lugar en tratar un tema político, relativo al momento que atraviesa nuestro país, idea que finalmente se descartó. Aunque no sé las razones de la decisión, me imagino que el pobre o la pobre conferenciante tendría que haber preparado dos conferencias: una para el caso de que ganara el apruebo y otra para el caso de que el rechazo resultara vencedor. Felizmente se optó por pedir a la profesora Paula Baldwin que tratara un autor igualmente político, pero para el cual había una mayor perspectiva de tiempo. Ambas opciones eran igualmente válidas y en muchas oportunidades hemos tratado temas contingentes. Nuestros profesores se sienten igualmente cómodos en ambos registros. Lo distintivo del trabajo académico es la profundidad, la evidencia y la relevancia del tema… Ir a sacar el agua del manantial, como decía san Juan Pablo II.

En este contexto, quisiera destacar el trabajo llevado a cabo por muchos de nuestros académicos, que han participado activamente en el debate constitucional y social. Es deber de gratitud de la Universidad reconocer sus desvelos, su iniciativa y su talento para contribuir a la opinión pública en este trascendental momento. Quisiera hacer una especial mención a los profesores de la Facultad de Derecho José Ignacio Martínez, Jaime Arancibia, Alejandro Romero, Raúl Bertelsen, Soledad Bertelsen y Marcela Peredo y de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Joaquín García-Huidobro, Daniel Mansuy y Manfred Svensson por su trabajo durante estos largos meses. Ellos —y muchos otros que no alcanzo a mencionar— han contribuido con su trabajo universitario a dar luces importantes para las decisiones que la ciudadanía tenía y tiene que tomar.

En cualquier caso, este trabajo universitario requiere de un clima de libertad y serenidad, como nos recordaba Raúl en sus primeras palabras. Sobre la libertad académica decía, “la universidad no impondrá como suya una hipótesis científica elaborada por un profesor, de la que éste es responsable, ni tendrá una opinión propia en materias en que es lícita la disputa entre los hombres” (Bertelsen, R., Discurso inaugural 1990). Y más adelante recordaba lo fundamental que resulta la serenidad, la que resiste “el activismo frenético y la agitación de los ánimos”. Álvaro d’Ors decía que la universidad es “una reserva de personas intelectualmente superiores en el sentido de que sean capaces de resistir el dinamismo de las fuerzas sociales” (d’Ors, A., Universidad y sociedad, en Nuevos papeles del oficio universitario). Entiendo “resistir” en el sentido de serenarse para reflexionar sobre las fuerzas sociales y así contribuir a encauzarlas hacia el bien común.

Es notable el discurso del Profesor Bertelsen por su actualidad. En él esculpidos están todos los elementos de nuestra identidad.

Una última cita del discurso recoge dos rasgos esenciales que han seguido siempre presentes: la humildad y el espíritu de servicio. Dice Raúl: “detrás de cada alumno que culmina sus estudios —estaba hablando a los 38 valientes que recién habían comenzado y que les faltaba mucho para terminar— hay muchas horas de dedicación de sus profesores”. Yo agregaría de sus ayudantes, entre los que tuve la suerte de contarme en ese primer año. Casi todos esos 38 terminaron graduándose y han desarrollado carreras profesionales muy destacadas. Hubo muchas horas de trabajo para ayudar a cada uno a salir adelante. Arturo Yrarrázaval y Enrique Brahm destacan especialmente.

El espíritu de servicio, del que tanto hemos hablado siempre, es una gozosa realidad que todos reconocen y valoran.

Termino con unas palabras de Álvaro d’Ors, que resume “la grandeza de la universidad [está] en su servidumbre de cada día, y no veo otra manera de cumplir con el deber moral que nos incumbe que el vivir con esa humildad la existencia académica”.

Feliz cumpleaños Universidad de los Andes.

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