
Discurso Acto Académico 35° Aniversario
6 de septiembre de 2024

Rector
Nos hemos reunido esta mañana para celebrar los 35 años de la creación de nuestra querida Universidad de los Andes, que, en estos cortos años, ha dejado ya una huella fecunda en la sociedad. A lo largo de este tiempo, hemos sido testigos del impacto profundo de este proyecto en la vida de decenas de miles de estudiantes que han pasado por nuestras aulas y de la influencia que ha tenido en el debate intelectual y moral de nuestra sociedad.
Quisiera felicitar y agradecer muy especialmente a los nuevos profesores eméritos de la Universidad de los Andes: Rogelio Altuzarra, Hernán Corral, Ramón Florenzano, Jorge Peña y Francisco Rodríguez. Todos ellos han trabajado por muchos años, con gran competencia, entrega y compromiso, al servicio de nuestra institución. También quisiera extender mi felicitación a los nuevos profesores titulares, quienes han sido incorporados a esta categoría en reconocimiento por su aporte intelectual y por su compromiso con nuestros valores fundacionales. Asimismo, quisiera felicitar a quienes han sido reconocidos como asesores universitarios destacados, por su gran contribución a la formación de nuestros estudiantes. Finalmente, felicito también a quienes recibieron ayer la medalla “Veinte años” de servicio a la Universidad.
Año a año, se van logrando las metas y desafíos que nos planteamos. Sin duda, el gobierno institucional ha sido y será siempre una gran ayuda. Pero, la eficacia viene sobre todo del rigor intelectual, de la gran fuerza, motivación y propósito de cada uno de ustedes. Esta es una organización desorganizada, donde el talento, la seriedad intelectual, la creatividad, la energía y el deseo de contribuir al bien común han llevado al crecimiento y a la madurez alcanzada. Junto a lo anterior, ha sido fundamental la unidad de propósito, la conciencia de formar parte de una tarea común en la que estamos todos comprometidos. Todos tenemos el convencimiento de que haremos un gran bien si trabajamos firme.
Quisiera felicitar y agradecer muy especialmente a los nuevos profesores eméritos de la Universidad de los Andes: Rogelio Altuzarra, Hernán Corral, Ramón Florenzano, Jorge Peña y Francisco Rodríguez. Todos ellos han trabajado por muchos años, con gran competencia, entrega y compromiso, al servicio de nuestra institución.
En esta ocasión, quisiera referirme a dos hitos fundamentales de este año que tendrán una huella profunda en nuestra institución. Me refiero a la creación de la Facultad de Ciencias Sociales y a la visita del Rector honorario de la Universidad.
La creación de la nueva facultad fue difícil porque las distintas unidades académicas que la conformarían tenían una historia de grandes logros, que una mala comprensión de la decisión podría haber opacado de alguna manera. Pero nos movía un interés mayor. Creíamos que la facultad podía fomentar un diálogo mucho más profundo entre filosofía y ciencias sociales: la educación, la psicología, la economía, la sociología y las ciencias políticas. Habíamos logrado mucho en este sentido con la creación de Signos, pero pensábamos que esto se podía llevar a una escala mucho mayor.
A esta universidad siempre le ha interesado “ir del fenómeno al fundamento”, parafraseando a Fides et Ratio. En los estatutos se señala como “fin específico elaborar una síntesis orgánica y universal de la cultura humana, que integre la dispersión de las especialidades en la unidad radical de la verdad, iluminada y vivificada por la fe católica”.
Creíamos que la facultad podía fomentar un diálogo mucho más profundo entre filosofía y ciencias sociales: la educación, la psicología, la economía, la sociología y las ciencias políticas.
Es una idea basilar de nuestra institución, como lo debería ser de toda universidad. Decía Andrés Bello en su discurso inaugural como Rector de la Universidad de Chile en 1843:
“Lo sabéis, señores: todas las verdades se tocan, desde las que formulan el rumbo de los mundos en el piélago del espacio; desde las que determinan las agendas maravillosas de que dependen el movimiento y la vida en el universo de la materia; desde las que resumen la estructura del animal, de la planta, de la masa inorgánica que pisamos; desde las que revelan los fenómenos íntimos del alma en el teatro misterioso de la conciencia, hasta las que expresan las acciones y reacciones de las fuerzas políticas; hasta las que sientan las bases inconmovibles de la moral; hasta las que determinan las condiciones precisas para el desenvolvimiento de los gérmenes industriales; hasta las que dirigen y fecundan las artes. Los adelantamientos en todas líneas se llaman unos a otros, se eslabonan, se empujan”.
Me parece que este es el corazón de ese bello discurso. Este es el diálogo disciplinar que queremos promover en nuestra universidad y muy especialmente en esta nueva facultad. Queremos que sea una contribución sólida a la comprensión de los problemas y desafíos que enfrenta nuestra sociedad.
En las próximas semanas, la Facultad llevará a cabo un solemne acto académico de inauguración, al que trataremos de darle gran realce. También dentro de breve tiempo, comenzaremos la construcción del Edificio Norte, que albergará a las facultades de Derecho y Ciencias sociales.
El segundo hito del que quisiera hablar es la visita de don Fernando Ocáriz, Rector honorario de la Universidad de los Andes, el pasado día 26 de julio. En esa oportunidad, además de saludar y compartir con innumerables miembros de nuestra comunidad universitaria, nos dio una clase magistral sobre la identidad cristiana de la universidad, que ofrece luces preciosas sobre nuestro trabajo. Esperamos poder publicarla lo antes posible.
Don Fernando Ocáriz, Rector honorario de la Universidad de los Andesnos dio una clase magistral sobre la identidad cristiana de la universidad, que ofrece luces preciosas sobre nuestro trabajo. Esperamos poder publicarla lo antes posible.
En la línea de lo antes señalado respecto a la nueva facultad, quisiera destacar dos de los temas tratados en esta clase: el trabajo interdisciplinar y la armonía entre fe y razón.
Decía, “la universidad es universitas studiorum. Recuerdo al cardenal Ratzinger cuando explicaba que el concepto de universidad es lo más opuesto a la simple adición o suma de carreras o de institutos; tiene que haber una verdadera unidad que la da la preocupación de unos por otros. El no encerrarse personalmente en lo suyo, y tampoco cada instituto, cada facultad, porque cabe siempre a niveles diversos, desde luego, en ocasiones no inmediatas. Cabe siempre una conexión, una colaboración (…) un interés positivo de colaborar en lo posible, de estar abiertos unos con otros, institutos y facultades (…) A veces es fácil pensar que lo propio tiene poco que ver con lo de los demás, porque es muy especializado. Uno puede decir: ‘¿Qué tengo yo que ver con ese profesor de ingeniería o de filosofía?’ Siempre tiene mucho que ver en realidad. Sobre todo, las personas”.
Hablaba de formar conexiones intelectuales y personales de unos con otros. Eso es lo propio de la universitas studiorum. El campus y las amistades entre nosotros son terreno fértil para ese genuino trabajo universitario. A medida que la Universidad crece el desafío se hace más difícil y por eso más urgente.
Por otra parte, en relación a la armonía entre fe y razón, explicaba que “Todo lo que es racional en el mundo procede de la mente de Dios (…) No es que haya que decirlo [siempre], pero de algún modo, es algo que se tiene muy incorporado al propio pensamiento, de un modo natural, espontáneo. Surge de modos naturales, sencillos, la realidad de que Dios está en todo, que es Dios el que sustenta la realidad misma nuestra. Y ahí entra la capacidad que todos tenemos de presentar las cosas de un modo u otro. Habrá personas con más imaginación que sean capaces de dar luz y vida de un modo más asequible que otros (…) Hay materias que se prestan mucho, hay otras más difíciles. [Pero todas pueden] dar pie a reflexiones cristianas”.
El campus y las amistades entre nosotros son terreno fértil para ese genuino trabajo universitario. A medida que la Universidad crece el desafío se hace más difícil y por eso más urgente.
En aquella jornada planteó otros grandes desafíos, pero en esta oportunidad quise poner de relieve estos dos.
En suma, 35 años son ya bastantes años. Debemos dar muchas gracias a Dios por todo lo que se ha logrado y pedirle ayuda para seguir avanzado. Tenemos abundante inspiración e ideas y pienso que tenemos la fuerza para impulsarlas.
Muy feliz aniversario.